domingo, 8 de marzo de 2015

Ocho cosas de la entrevista de Javier Gallego a Pablemos

La entrevista de Javier Gallego a Pablo Iglesias deja varias cosas claras.

La primera es que es muy fácil ser una estrella mediática cuando te ponen delante a Inda o a Marhuenda, pero que cuando se trata de hablar de principios sólidos o de responder a preguntas directas no da la talla. Ni de lejos.

La segunda es el enorme y disparatado ego del personaje. En el pasado me referí varias veces a él como un mesías, y quizá en algún momento exagerase, pero el problema es que empieza a creérselo. Le hace falta alguien que le recuerde que es mortal.

Tercera, sigue con una alarmante ausencia de argumentario. Más allá de las consignas vacías, ya cansinas de tanto repetirlas, no se atreve a más. La indefinición calculada seguramente dé votos, pero resta credibilidad, al menos desde mi punto de vista, que tiene un defecto: tengo ideología y principios, y estoy orgulloso de ello.

Cuarta, ya fiede el tema de los profetas de su fracaso. No recuerdo a nadie que anunciase un fracaso en su marcha del 31 de enero. Nadie en sus cabales haría semejante predicción, sabiendo la enorme cobertura mediática con la que cuenta. No deja de ser una exhibición de victimismo, en el que abundaré más tarde. Por otro lado, si contraponemos la cobertura mediática de dicha movilización (¿pidiendo qué?, cabría preguntar) a la de otras movilizaciones a mi juicio verdaderamente importantes, quizá nos sorprendamos por la sobreexposición de una manifestación vacía de ideología y la ocultación de las otras, de mayor calado. Al raciocinio de cada uno dejo buscar las razones.

Quinta: Javier Gallego, al principio, hace una observación muy acertada, que es la disminución de las movilizaciones de verdad tras la irrupción de Podemos. Quizá a nadie le haya llamado la atención este tema, puede que una casualidad, pero en todo caso, su respuesta, como en tantas otras cosas, no está a la altura. 

Sexto: el victimismo da para el regate en corto y otorga réditos abundantes a corto plazo. A largo resulta de nuevo cansino que para defenderse de cualquier crítica, incluso de las razonadas y bienintencionadas, se escude en hacerse la víctima. Eso ya lo hace la tan repetida “casta” y no tiene nada de nuevo. Incluso huele a rancio.

Séptimo, relacionado con lo anterior: cuestionado sobre el tema de Monedero, sus respuestas no están, de nuevo, a la altura de lo que predica. Decir que es ejemplo de algo es un insulto. No lo es de nada. Independientemente de dónde venga el dinero ni por qué, hacer triquiñuelas fiscales para pagar menos impuestos contradice completamente los principios que proclama. No son los principios que proclama los que me convencen de votar o no a alguien, sino los hechos. Y los hechos distan mucho de sus grandilocuentes proclamas. Por supuesto, al final el Mesías acaba por enfadarse por las preguntas, cuando el problema, como suele suceder, radica en las respuestas. En las que no tiene, y de ahí el enfado. Por eso en el minuto cuarenta, Javier Gallego debe recordarle que ahí están como entrevistado y entrevistador, porque encima le echaba en cara que eran amigos. Muy lamentable. Debió creer que jugaba en casa, en La Sexta, con las gradas llenas de hinchas enfervorecidos aplaudiendo cualquier cosa.

Octavo: Le preguntan sobre Venezuela y su limitado repertorio ya da pena. Dada su exposición mediática, debería ayudar a contrarrestar los ataques infames del capital al gobierno venezolano, elegido democráticamente. Pero claro, eso puede restar votos y entonces los principios se diluyen.

Para finalizar, aunque no lo cuente en esta entrevista, creo que ya va siendo hora de que se olvide de esa historia de la señora mayor con la que se cruza por la calle y le cuenta que votaba al PP y pero que ahora va a votarle a él. Esa señora imaginaria en las próximas elecciones va a votar a Albert Rivera. Un facha de cuidado, dicho sea de paso.

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