La resaca de las elecciones andaluzas aún dura hoy en los medios, y a
mí me apetece hacer un análisis, otro más, como tantos abundan, lo
menos prolijo que pueda. Lo primero es que me parece un error decir que
los andaluces se han equivocado o de acusarles de defender a ladrones y
corruptos. Ya sé que el cabreo es el que es y te lo pide el cuerpo, pero
tratar al electorado como gilipollas porque no ha votado en masa a tu
partido es posiblemente una de las claves de la perpetuidad del PSOE en
el poder en Andalucía. El exabrupto de Gorriarán, de una UPyD condenada a
muerte, es buena muestra de ese aire de superioridad madrileño con el
que muchos políticos tratan a los andaluces.
Claro que treinta y
tres años en el poder, y lo que queda, da para tejer redes clientelares y
conseguir una identificación casi plena entre partido y región. Los
mecanismos del PSOE en Andalucía funcionan como relojería de precisión
cuando llegan las elecciones. No es fácil derribarles solo soplando o
bajando desde Madrid de vez en cuando.
Entre los damnificados, el
principal es el PP. Un desastre de proporciones bíblicas es el que han
tenido que soportar en el día de ayer. No saben si echarle la culpa a su
desconocido y gris candidato o a la crisis o a Rajoy. Todo tendrá algo
que ver. Sobre todo porque le está empezando a crecer el Podemos de la
derecha, que les está robando votos mediante el sencillo método de
esperar a que les caigan solos mientras lucen careto en todos los
programas de televisión, en los que, cosas de la vida, ahora su líder
sale tanto como antes lo hacía Pablo Iglesias.
Herida de gravedad
queda IU, a pesar de su fenomenal campaña y de tener, de largo, el
mejor candidato. Se reparten las culpas entre los mal gestionados años
de gobierno con el PSOE y los votos que le caen al Ciudadanos de la
izquierda (o lo que sean). No obstante, se resiste el embate con
dignidad y principios. Ahora conviene hacer autocrítica, pero tampoco
apretemos demasiado el cilicio ni nos sacudamos más de quince latigazos.
Los pactos siempre nos perjudican, dado que vivimos en la dicotomía de
escoger entre lo malo y lo peor. Lo malo es pactar con el PSOE, lo peor
es no pactar y que gobierne el PP. Algunos que renuncian a sus
principios por un puñado de votos quizá tengan que sufrir en sus carnes,
a no tardar, muchas situaciones parecidas.
Un globo parece
desinflarse un poco, y es el de Podemos, que definiré como de
ultracentro del tablero. Las encuestas les daban entre 19 y 22 escaños y
ellos mismos ponían el listón altísimo diciendo que, al igual que en
las Europeas, las encuestas se iban a quedar cortas. Supongo que el
aumento de la participación (leve, pero hay que mencionarlo), les hizo
afianzarse en la creencia. Y claro, llega el recuento y te quedas con 15
y sensación agridulce. Siguieron en su estilo, con una campaña de
permanente indefinición y una candidata que hablando me producía frío,
me sorprendió su escaso carisma y sus más que dudosas cualidades
dialécticas. Pero yo sé dónde está la clave: despistaron a los suyos no
poniendo la cara de Pablo Iglesias en la papeleta y más de uno acabó
votando a Ciudadanos, a quien me venden como los grandes triunfadores de
la jornada. Con la campaña que les han hecho los medios tanto a unos
como a otros, no deberían ufanarse tanto.
Cabe destacar que al
principio del escrutinio, no me extrañó que Podemos no llegase al 15% de
los sufragios, ya que primero se cuentan los votos de los pueblos
pequeños y ahí el PSOE tiene gran fuerza. Supuse que subirían a medida
que fuesen entrando datos de las grandes ciudades. Sorprendentemente, el
tiempo pasaba y seguían sin llegar al 15% de los votos, de hecho se
quedaron clavados por debajo de esa cantidad durante todo el recuento.
Esto sin duda dará que pensar a los estudiosos de la Complutense.
Para finalizar, creo que pocas extrapolaciones pueden hacerse de cara a
la tormenta de comicios que aún queda éste año. Desde luego a nivel
nacional el PSOE difícilmente sacará un porcentaje de votos tan elevado,
y los “nuevos actores” tienen sitios donde van a navegar con el viento
mucho más favor.
Añado un comentario de pasada, acerca del
supuesto desplome del bipartidismo. Alguien decía ayer que el
bipartidismo perdía 17 diputados, todos ellos, por cierto, solo los
perdía uno de los dos. Me parece que acabar con el bipartidismo no va a
ser tan sencillo como alguno creyó a base de encuestas. Dados los
niveles de corrupción que luce el PSOE en Andalucía, cabe pensar que
situaciones semejantes puedan repetirse en Madrid o Valencia, donde el
PP tiene parecidos niveles de corrupción pero también presenta lavados
de cara.