lunes, 23 de marzo de 2015

Elecciones 2015 parte 1

La resaca de las elecciones andaluzas aún dura hoy en los medios, y a mí me apetece hacer un análisis, otro más, como tantos abundan, lo menos prolijo que pueda. Lo primero es que me parece un error decir que los andaluces se han equivocado o de acusarles de defender a ladrones y corruptos. Ya sé que el cabreo es el que es y te lo pide el cuerpo, pero tratar al electorado como gilipollas porque no ha votado en masa a tu partido es posiblemente una de las claves de la perpetuidad del PSOE en el poder en Andalucía. El exabrupto de Gorriarán, de una UPyD condenada a muerte, es buena muestra de ese aire de superioridad madrileño con el que muchos políticos tratan a los andaluces.
Claro que treinta y tres años en el poder, y lo que queda, da para tejer redes clientelares y conseguir una identificación casi plena entre partido y región. Los mecanismos del PSOE en Andalucía funcionan como relojería de precisión cuando llegan las elecciones. No es fácil derribarles solo soplando o bajando desde Madrid de vez en cuando.

Entre los damnificados, el principal es el PP. Un desastre de proporciones bíblicas es el que han tenido que soportar en el día de ayer. No saben si echarle la culpa a su desconocido y gris candidato o a la crisis o a Rajoy. Todo tendrá algo que ver. Sobre todo porque le está empezando a crecer el Podemos de la derecha, que les está robando votos mediante el sencillo método de esperar a que les caigan solos mientras lucen careto en todos los programas de televisión, en los que, cosas de la vida, ahora su líder sale tanto como antes lo hacía Pablo Iglesias.

Herida de gravedad queda IU, a pesar de su fenomenal campaña y de tener, de largo, el mejor candidato. Se reparten las culpas entre los mal gestionados años de gobierno con el PSOE y los votos que le caen al Ciudadanos de la izquierda (o lo que sean). No obstante, se resiste el embate con dignidad y principios. Ahora conviene hacer autocrítica, pero tampoco apretemos demasiado el cilicio ni nos sacudamos más de quince latigazos. Los pactos siempre nos perjudican, dado que vivimos en la dicotomía de escoger entre lo malo y lo peor. Lo malo es pactar con el PSOE, lo peor es no pactar y que gobierne el PP. Algunos que renuncian a sus principios por un puñado de votos quizá tengan que sufrir en sus carnes, a no tardar, muchas situaciones parecidas.

Un globo parece desinflarse un poco, y es el de Podemos, que definiré como de ultracentro del tablero. Las encuestas les daban entre 19 y 22 escaños y ellos mismos ponían el listón altísimo diciendo que, al igual que en las Europeas, las encuestas se iban a quedar cortas. Supongo que el aumento de la participación (leve, pero hay que mencionarlo), les hizo afianzarse en la creencia. Y claro, llega el recuento y te quedas con 15 y sensación agridulce. Siguieron en su estilo, con una campaña de permanente indefinición y una candidata que hablando me producía frío, me sorprendió su escaso carisma y sus más que dudosas cualidades dialécticas. Pero yo sé dónde está la clave: despistaron a los suyos no poniendo la cara de Pablo Iglesias en la papeleta y más de uno acabó votando a Ciudadanos, a quien me venden como los grandes triunfadores de la jornada. Con la campaña que les han hecho los medios tanto a unos como a otros, no deberían ufanarse tanto.

Cabe destacar que al principio del escrutinio, no me extrañó que Podemos no llegase al 15% de los sufragios, ya que primero se cuentan los votos de los pueblos pequeños y ahí el PSOE tiene gran fuerza. Supuse que subirían a medida que fuesen entrando datos de las grandes ciudades. Sorprendentemente, el tiempo pasaba y seguían sin llegar al 15% de los votos, de hecho se quedaron clavados por debajo de esa cantidad durante todo el recuento. Esto sin duda dará que pensar a los estudiosos de la Complutense.

Para finalizar, creo que pocas extrapolaciones pueden hacerse de cara a la tormenta de comicios que aún queda éste año. Desde luego a nivel nacional el PSOE difícilmente sacará un porcentaje de votos tan elevado, y los “nuevos actores” tienen sitios donde van a navegar con el viento mucho más favor.

Añado un comentario de pasada, acerca del supuesto desplome del bipartidismo. Alguien decía ayer que el bipartidismo perdía 17 diputados, todos ellos, por cierto, solo los perdía uno de los dos. Me parece que acabar con el bipartidismo no va a ser tan sencillo como alguno creyó a base de encuestas. Dados los niveles de corrupción que luce el PSOE en Andalucía, cabe pensar que situaciones semejantes puedan repetirse en Madrid o Valencia, donde el PP tiene parecidos niveles de corrupción pero también presenta lavados de cara.

domingo, 8 de marzo de 2015

Ocho cosas de la entrevista de Javier Gallego a Pablemos

La entrevista de Javier Gallego a Pablo Iglesias deja varias cosas claras.

La primera es que es muy fácil ser una estrella mediática cuando te ponen delante a Inda o a Marhuenda, pero que cuando se trata de hablar de principios sólidos o de responder a preguntas directas no da la talla. Ni de lejos.

La segunda es el enorme y disparatado ego del personaje. En el pasado me referí varias veces a él como un mesías, y quizá en algún momento exagerase, pero el problema es que empieza a creérselo. Le hace falta alguien que le recuerde que es mortal.

Tercera, sigue con una alarmante ausencia de argumentario. Más allá de las consignas vacías, ya cansinas de tanto repetirlas, no se atreve a más. La indefinición calculada seguramente dé votos, pero resta credibilidad, al menos desde mi punto de vista, que tiene un defecto: tengo ideología y principios, y estoy orgulloso de ello.

Cuarta, ya fiede el tema de los profetas de su fracaso. No recuerdo a nadie que anunciase un fracaso en su marcha del 31 de enero. Nadie en sus cabales haría semejante predicción, sabiendo la enorme cobertura mediática con la que cuenta. No deja de ser una exhibición de victimismo, en el que abundaré más tarde. Por otro lado, si contraponemos la cobertura mediática de dicha movilización (¿pidiendo qué?, cabría preguntar) a la de otras movilizaciones a mi juicio verdaderamente importantes, quizá nos sorprendamos por la sobreexposición de una manifestación vacía de ideología y la ocultación de las otras, de mayor calado. Al raciocinio de cada uno dejo buscar las razones.

Quinta: Javier Gallego, al principio, hace una observación muy acertada, que es la disminución de las movilizaciones de verdad tras la irrupción de Podemos. Quizá a nadie le haya llamado la atención este tema, puede que una casualidad, pero en todo caso, su respuesta, como en tantas otras cosas, no está a la altura. 

Sexto: el victimismo da para el regate en corto y otorga réditos abundantes a corto plazo. A largo resulta de nuevo cansino que para defenderse de cualquier crítica, incluso de las razonadas y bienintencionadas, se escude en hacerse la víctima. Eso ya lo hace la tan repetida “casta” y no tiene nada de nuevo. Incluso huele a rancio.

Séptimo, relacionado con lo anterior: cuestionado sobre el tema de Monedero, sus respuestas no están, de nuevo, a la altura de lo que predica. Decir que es ejemplo de algo es un insulto. No lo es de nada. Independientemente de dónde venga el dinero ni por qué, hacer triquiñuelas fiscales para pagar menos impuestos contradice completamente los principios que proclama. No son los principios que proclama los que me convencen de votar o no a alguien, sino los hechos. Y los hechos distan mucho de sus grandilocuentes proclamas. Por supuesto, al final el Mesías acaba por enfadarse por las preguntas, cuando el problema, como suele suceder, radica en las respuestas. En las que no tiene, y de ahí el enfado. Por eso en el minuto cuarenta, Javier Gallego debe recordarle que ahí están como entrevistado y entrevistador, porque encima le echaba en cara que eran amigos. Muy lamentable. Debió creer que jugaba en casa, en La Sexta, con las gradas llenas de hinchas enfervorecidos aplaudiendo cualquier cosa.

Octavo: Le preguntan sobre Venezuela y su limitado repertorio ya da pena. Dada su exposición mediática, debería ayudar a contrarrestar los ataques infames del capital al gobierno venezolano, elegido democráticamente. Pero claro, eso puede restar votos y entonces los principios se diluyen.

Para finalizar, aunque no lo cuente en esta entrevista, creo que ya va siendo hora de que se olvide de esa historia de la señora mayor con la que se cruza por la calle y le cuenta que votaba al PP y pero que ahora va a votarle a él. Esa señora imaginaria en las próximas elecciones va a votar a Albert Rivera. Un facha de cuidado, dicho sea de paso.