El 12 de Abril de 1931 se celebraron elecciones municipales en
España. El recuento final indica que fue una victoria de los
monárquicos, pero conviene poner las cosas en su contexto, para evitar
que la manipulación de los revisionistas dé frutos: los partidarios de
la monarquía ganaron gracias al voto dirigido y manipulado por los
caciques en las zonas rurales, un hecho comprobable, heredado de la
época de la Restauración y la alternancia de Cánovas y Sagasta. En las
grandes ciudades, donde los caciques tenían poca o ninguna influencia y
la conciencia política era mayor, la victoria de la causa republicana
fue tan incontestable que los hechos se desencadenaron.
A lo
largo del día 13 hubo nerviosismo en los centros de poder conservadores,
la monarquía, la iglesia y el ejército, acerca de las medidas a tomar.
Había quien sugería imponer el uso de la fuerza, como manda la tradición
militar española cuando el pueblo habla claro. Finalmente, el 14 de
Abril el rey Alfonso XIII hacía las maletas y la II República Española
era un hecho.
Fueron años duros, en los que la incipiente
democracia hubo de enfrentarse a los problemas congénitos que suele
padecer España. Conspiraciones militares, curas soltando soflamas desde
los púlpitos y el miedo de amplios sectores conservadores ante el avance
en derechos que la República traía consigo. Finalmente, un triste 18 de
Julio de 1936, un grupo de militarotes intentaba un sucio golpe de
estado, que al fracasar inició una devastadora guerra de tres años que
acarreó cientos de miles de muertos y una represión salvaje. Al
finalizar, el sueño democrático quedaba ahogado en la sangre derramada
por lo peor de este país, cortando de cuajo su inclusión entre los
países modernos y condenándonos a cuarenta años de oscuridad, dolor y
muerte.
A día de hoy el movimiento republicano sigue vivo y en
forma, a pesar de algunos que no dejan de poner palos en las ruedas.
Seguimos luchando por una verdadera democracia, que entre otras cosas no
incluye a tipos que son jefes de estado por heredar el puesto de su
papá o de Franco. La monarquía pasa por tiempos difíciles, con un rey
que tiene que abdicar asediado por la corrupción y su propia apariencia
de muerto viviente. Su hijo no es más que una nueva cara, otra más de
tantas que inundan el panorama político español para proponer un
recambio y abortar el cambio.
Hace más o menos un año, con el
resultado de las elecciones europeas en la mano, los hubo que
vislumbramos, ilusos, la posibilidad de que en las elecciones
municipales de Mayo de 2015 pudiera obrarse una repetición de la jugada
del 31. Parecía que los Cánovas y Sagasta de turno (PP y PSOE), estaban
casi acabados. Incluso Juan Carlos abdicaba a la desesperada. Y entonces
llegó el jarro de agua fría. Alguna fuerza de ultracentro del tablero,
que proclama el Cambio así con mayúscula, no definía su posición. Al ser
interrogados sobre la disyuntiva “Monarquía-República” respondían
cobardemente, escudándose en “lo que diga la gente”. Sí, muy bien, pero
habrá que contribuir a explicar a “la gente” que la democracia de
verdad, tan manida hoy, pasa inevitablemente por una República, donde el
jefe de estado lo sea por elección popular y no por herencia genital.
Muchos de sus militantes estarán en las manifestaciones republicanas,
pero no cuento a sus principales dirigentes entre los republicanos.
Tampoco cuento a otros dirigentes que enarbolan la bandera republicana
el 14 de Abril pero el 15 apoyan a la monarquía por “garante de la
estabilidad”. De la estabilidad de chupar del bote, imagino.
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