viernes, 17 de abril de 2015

Tratado-trampa

Con lo poco que se sabe del TTIP, su acrónimo inglés, o Tratado Transatlántico de Inversión y Comercio, habrá quien diga: ¿y tú por qué te opones, si no se sabe casi nada? Deberíamos tener una cosa muy clara desde el principio: en cuanto se negocia con los Estados Unidos, se pierde algo. Decía el profesor Alejandro Andreassi, en la charla del jueves pasado, que Estados Unidos es el país más proteccionista del mundo, pero busca hacernos a los demás liberales y antiarancelarios a más no poder. Solo buscan su propio beneficio, y eso suele pasar por pérdidas para los demás. Sobre todo para los trabajadores. Sí, como tú y yo.

El TTIP apesta a los versículos neoliberales de la biblia económica de los más carroñeros economistas. Los mismos que dicen que cualquier derecho laboral es negativo para el crecimiento económico y para el desarrollo del país. Esos derechos que buscan la dignidad y el bienestar de los curritos, son obstáculos para sus negocios, que enmascaran con toda la cara del mundo tras el desarrollo “del país”, o más bien del capitalismo más voraz. El capitalismo siempre está devorando por que el día que pase hambre porque digamos que hasta aquí hemos llegado, nosotros comeremos y eso no puede ser. 

Hay que destacar que la negociación se lleva con el mayor de los secretismos. Las cláusulas que se negocian son absolutamente opacas, y los pobres tipos como nosotros, que vamos a sufrir sus consecuencias, no sabemos casi nada de lo que allí se negocia. Si lo guardan todo tan en secreto, no es difícil deducir que no les interesa que lo sepamos. Por algo será.
Mi oposición al tratado no va solo por la opacidad y por lo que se está filtrando acerca del tema, que es bastante preocupante. Me preocupa, sobre todo, que sea una cosa tan sucia que, además de hurtarnos los términos de la negociación, nos birlen también el derecho a decidir sobre ello. Cuando se trata de una decisión sobre nuestros destinos, no me vale que se negocie en compartimentos estancos y luego se apruebe en un parlamento domesticado. Háganlo público y pídannos opinión. 

Hace años que sé que la Unión Europea no es precisamente democrática. Se hacen elecciones, para mantener las apariencias, y se elige un parlamento que es poco más que un teatro, donde se representan diversas funciones y las traducen en resoluciones y directivas. La mayor parte de las directivas y resoluciones que se aprueban son ignoradas por casi todos los Estados Miembros, si son a favor de la mayoría de los ciudadanos. Lo que pasa en el Europarlamento, a pesar de la gravedad de muchas de sus decisiones, es clandestino. Por eso se confirma la impresión de que es un cementerio de elefantes, donde los grandes partidos depositan lo que les sobra para que vivan como dios, o escenario del lucimiento de tronistas con coleta que se empalman al ver al rey. Hay otros diputados que tratan de dignificar su trabajo, como es el caso de los llamados de la Izquierda Europea, pero da la sensación de que son trabajadoras hormigas en un templo dominado por multitud de cigarras. O de elefantes muertos, como González Pons.

Sin embargo, hay leyes que son aprobadas en el Europarlamento que cuando benefician a las élites, y por tanto perjudican al trabajador, suelen ser fielmente aplicadas por los estados vasallos a Alemania, como por ejemplo España. No es un sitio para que lo ignoremos. Esto lo decía hace un año, cuando se avecinaban las elecciones al parlamento europeo y todo el mundo estaba pendiente de todo menos de eso. Ahora nos encontramos con la negociación de un tratado servil a los Estados Unidos, y al paso que vamos, o protestamos con muy alta voz o nos lo vamos a comer con patatas.

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